domingo, 16 de octubre de 2011

Oswaldo Maciá



Un escenario entre la seguridad y la educación
Site specific. Museo de Arte Moderno de Medellín. 
Salón de Fundición
octubre-noviembre de 2011.

Cuatro tiros, balas o disparos son el número de oportunidades -no necesariamente acertados- que separan al alumno del aspirante a un cargo de vigía en una agencia de seguridad en Medellín. Este es casi un rito de paso o acto de graduación al que se enfrenta un sujeto, quince días después de haber iniciado un curso en una escuela que provee al sistema de seguridad de la ciudad con agentes de vigilancia. Los alumnos son principalmente mujeres y hombres jóvenes tentados por el mundo castrense; algunos aplican a esta opción después de ser reservistas del ejército o soldados profesionales; otros son reinsertados a la vida civil tras haber pertenecido a una organización al margen de la ley; y la gran mayoría, son personas que debido a sus pocas posibilidades económicas encuentran en este campo la manera de alcanzar un sueño de formación, para calificar servicios y optar por una alternativa de empleo.

Esta situación encierra claramente una paradoja compleja que nos confronta con el sistema educativo que tenemos y sobre todo, con el papel de la educación frente a la sensación de seguridad. Se trata de la idea que subyace en el hecho de una sociedad que educa a un grupo humano para defender a otro más privilegiado. Pero, ¿defenderlo de quién? Posiblemente de la misma comunidad vulnerable de la que éstas personas provienen, y que obviamente por necesidad, se ve inducida a actividades contrarias a la lógica del desenvolvimiento productivo de la misma sociedad. Son los mismos personajes o la misma base social, entonces, los que resultan enfrentados, unos del lado de la ley y el orden y otros, de las filas del hampa: bandas organizadas que mantienen en clara tensión la convivencia ciudadana.

Esta realidad es el foco de atención tratado por Oswaldo Maciá en la obra que estamos presentando. Su inquietud nace de un contacto directo con ella: tras oír unos disparos de arma corta en el centro de la ciudad de Medellín, en uno de sus viajes de investigación para la concreción de su participación en el MDE11,  decide tratar de entender este inquietante ruido y trabajar con él para -a través de la figura musical del melisma- entregárnoslo nuevamente convertido en una realidad estética, que está dispuesta para nuestra reflexión. Aquí, el ruido se vuelca a sonido tomando cuerpo y relevancia absoluta como volumen de arte, es una escultura sonora que inteligentemente se incorpora a nuestra vivencia sensorial desde la memoria misma que hemos construido todos los que, de una manera u otra, hemos permanecido en este país.

Para Oswaldo, el hecho de que el arte tenga que hacer algo por la educación se compara con la función de la ciencia o la filosofía -disciplinas puras que median la producción del conocimiento per se-; es decir son las ramas básicas del conocimiento humano y como tal, todo lo que se deriva de ellas es factible de procesos educativos, pero no es obligación de éstas ocuparse de asuntos propios de la pedagogía.

En este evento, la educación es claramente un problema que hay que tratar bajo las formas y posibilidades gramaticales de una obra que se vale del tiempo y la experiencia para señalar una situación particular que nos compete a todos, en contraposición con la posibilidad que presenta el ejercicio del arte como incitador de cambios en un aula o un taller de clases de primaria o secundaria. Es así como el enunciado del MDE11 es tomado por Maciá como un detonante creativo y a partir de él cuestiona la problemática entre dos factores concretos de la sociedad mundial contemporánea: la seguridad y la educación, generando tres circunstancias -A, B, C- dispuestas en un solo escenario.

‘Escenario para tres circunstancias: A, B, C’ es una intervención espacial propuesta específicamente para el Salón de Fundición del MAMM. Esta pieza de arte no convencional contempla tres momentos o circunstancias, así:

Circunstancia A: la componen los objetos escultóricos dispuestos en el espacio central. Desde una tribuna metálica el público es oyente y espectador al mismo tiempo, frente a las esculturas geométricas flotantes, dispersas de tal forma que el visitante puede interactuar con ellas. Su forma original es un cuadrado perfecto fragmentado en siete partes.

Circunstancia B: tiene que ver directamente con el tiempo. Es la repetición y el silencio tangible en un paisaje sonoro. La composición hecha por el músico Saul Giner, creada con base en melismas permite entrelazar lo visual y lo acústico en la obra. El sonido navega entre los espacios que separan los bloques geométricos, llenando con su gramática los silencios del escenario.

Circunstancia C: cuando la mente suma o fusiona los sentidos A (espacial) y B (auditivo), surge entonces una nueva circunstancia C. Estamos frente a una percepción singular, idónea para cuestionar nuestro conocimiento, releer, borrar o redibujar lo percibido.

En estas tres circunstancias los referentes sociales son tomados como marcas que alimentan la creación de una experiencia autónoma, algo así como una nueva palabra resultante de palabras ya dichas. Aquí, cada uno verá trastocada su capacidad de entender, de recurrir a la memoria para sustentar la vivencia y la imaginación alarmada encontrará buen aire para volar.

Oscar Roldán-Alzate
Curador

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