lunes, 14 de noviembre de 2011

Que boletiada tan... predecible




Hace un momento terminé de ver un link que colgó en Facebook un amigo, se trata de un documental, en tres episodios, publicado por la agencia gringa vice.com. La historia, presentada como crónica por una modelo británica, es una mirada ‘critica’ a la semana del magno evento de la moda nacional: Colombiamoda, en su última entrega; y desde luego, usa como telón de fondo todo cuanto este valle de lágrimas tiene para lograr hacer las delicias de chicos y grandes durante esta época. El nombre del informe, que además está editado en trilogía marcada, es COLOMBIA FASHION WEEK, y como subtítulo trae la perla de It's So Much More Than Fake Butts and Cocaine (Es mucho más que culos falsos y cocaína).

Debo confesar que soy bastante apático a los correos masivos, los videos recomendados, y sobre todo los chistes en cadena. Pero, aunque ya descubrí que esto tiene que ver con un trauma que me produjo el abrir una boleta con un mensaje en cadena, que encontré en una tumba en un cementerio cuando aún no sabia leer;  decidí ver este video porque no pude contenerme tras el llamado de semejante titular. Bueno, además lo hice para ver si consigo dejar la tara, que me produjo el haber tenido que dibujar casi cincuenta padrenuestros en papelitos con lápiz amarillo después de saber que decía la notica aquella.

La cosa comienza y es inevitable irse enderezando paulatinamente a medida que avanza. El contenido es engañoso en principio, y hasta cierto punto creí que se trataba de una suerte de contradicción dialéctica sugerida en el subtítulo —un tanto sarcástico—, y que en el desarrollo del tema encontraría un frente interesante o al menos un giro que dejará el “It’s so much…” como una antonimia retórica de los que uno se puede topar en esta ciudad exótica y pintoresca. Y, como dice un amigo refiriéndose a un restaurante conocido: “la cosa era feita, pero maluca”, es decir: sí, la vaina sí iba para algún Pereira.

El video va del Palacio de Exposiciones (hoy Plaza Mayor), al Hueco (hoy nuestro nuevo y merecido centro de comercio de moda internacional desde Medellín para el mundo), donde se promueve una feria disidente creada por los comerciantes del centro hace no mucho en “la capital textil de Colombia”; la misma que ha logrado una notable importancia en ventas y, sobre todo, en democratización de una manifestación cultural imantada por la fuerza de la belleza y una condición aspiracional como lo es la moda, que a pesar de ser el móvil por antonomasia del vanitas, es una propiedad social de toda cultura.

Lo primero en que pensé cuando terminó el primer episodio de 10 minutos, fue en el rinoceronte de Durero, que viajó en boca de cuentero desde Venecia hasta Flandes y en el camino se tornó máquina de guerra; luego en los viajeros europeos por tierras americanas de los tiempos de la Colonia, específicamente en Edward Andre, que contó historias al regresar a Francia al artista Edouard Riou, quien a su vez las convirtió en placas de grabado donde cóndores gigantes amedrentaban a colonos insulsos. Y justo antes de comenzar con los siguientes 10 minutos, pensé en la aparente ingenuidad del Henrri Rousseau ‘el Aduanero’ y sus tigres feroces entre líquenes sacados de las esquelas sin escala de referencia de la comisión corográfica, todo esto para preguntarme ¿quién en este preciso momento estará viendo semejante vaina?, ¿cómo es que sigue vigente el teléfono roto de la interpretación libre de las culturas? ¡Que cosa!

En fin, en este punto, los dibujitos de los padrenuestros de mi trauma de infancia (y digo dibujos, pues para escribir sin saber, uno solo alcanza es a dibujar) me tenían sin cuidado, pues definitivamente me enganchó la historia por el manejo del tema, el tono satírico de la presentadora y claramente por tener la certeza —además de saber que incluso yo mismo había criticado asuntos relacionados con esto de la moda aquí, que me estaban mostrando con los ojos frescos de foráneo— que si la cosa tenía la posibilidad de ponerse peor, lo lograría con mucha facilidad. En efecto, del tema del canon de belleza que avala cada una de estas ferias en disputa se pasó a Pablo en el episodio dos y de don Pablo se terminó con un procedimiento quirúrgico en el tres: del que confío la señora que se prestó para la entrevista y la grabación de su cirugía estética, no se dé por enterada, pues de verdad no se ve nada bien… da lástima.

El caso es que terminé hace un rato de ver los videos, justo el tiempo que me tomó llegar a la palabra 784 de este escrito. A estas alturas no puedo dejar de pensar en que dimos papaya, y como dice el dicho “a papaya servida…”. Y digo dimos, porque entre otras cosas, siempre he sentido que la estructura de este fenómeno, el de la moda en Medellín, se montó sobre la falacia de la apariencia, la liviandad sublime del más profundo vanitas, que si bien la moda corresponde a la estética en su análisis filosófico, la entendemos desde la cosmética. A lo anterior hay que sumar que nadie se preparó para la crítica objetiva y que a pesar de que unos jóvenes juiciosos que hacen bien su trabajo y algunas veces escriben, lo único que se hace aquí es recrear la sociedad del espectáculo efímero que apunta a dividir la gente entre linda y fea, rica y pobre, elegante y ‘guache’.

Saltan entonces nuevos cuestionamientos que no puedo desarrollar por falta de argumentos, pero si enunciar: ¿Cuándo y a quién se le ocurrió pensar en moda en este pueblo? ¿De qué manera se dio ese proceso? ¿Cómo es la relación de ‘el templo de la moda’ Inexmoda y los comerciantes del Hueco? ¿Cuándo les pusieron la pata los unos los otros? Pero esto es anecdótico, pues lo que me resulta más complicado de entender es: ¿Cómo nos dejamos ver peyorativamente de los demás? ¿Qué actitud vergonzante nos cobija? ¿Por qué seguimos pensando que hay que comenzar una pregunta con: perdón, disculpe?, como si de entrada fuéramos culpables de algo que tenemos grabado desde la cuna y que nos hace inferiores.

La producción parece realmente encargada por el enemigo, es un documento terrible, claramente tendencioso, aunque no dice nada nuevo que ya hayamos comentado antes y se centra en socavar en la condición clasista y revanchista de este pueblo, de donde muy bien salió máxima del filósofo-ciclista que dice que “en Colombia se muere más la gente de envidia que de cáncer”.

Volviendo al tema, la gringa se contoneó por todos los recovecos —lugares por donde difícilmente puede incluso un policía transitar— como si hubiera sido invitada por el mismo evento que estaba destruyendo, tanto dentro como fuera de las ferias. Se la ve ir de los camerinos de los desfiles a barrios populares, y de la casa de una persona humilde y hospitalaria, que sueña con cambiar su suerte con una cirugía plástica, hasta las primeras filas en las pasarelas. La verdad del caso es que, de una manera muy hábil la mona “se nos metió al rancho”, y claro, como no va a poder, si es que estas flores montañeras pareciera que nos contaminaran el ambiente con esporas xenofílicas, y nos dejaran amando a cuanto extranjero se aparezca. Resulta paradójico y muy complicado reconocer que el único sensato en todas las entrevista, aparte de la señora, de casi cincuenta que se puso implantes en las nalgas, resulta ser Roberto Escobar “El Osito”, quien, al parecer, fue el único que le simpatizó a la señorita Charlet, tal vez por prestarle el gorro cosaco de su hermano Pablo para posar tras las rejas, como ella debió haber soñado verse en esta ciudad.

Como dicen por ahí: “el que busca encuentra” y en tierra de locos la cumbia es son. La mona vino a ver cómo vivíamos hoy con la coca a los antiguos dominios del Patrón, y como si la estuviéramos esperando, se montó como escenografía para el desfile principal del evento insignia de la ciudad (ese por el que se construyó “Plaza Mayor”, dizque pa’que no se lo llevaran pa’ Bogotá) una montaña de polvo blanco en el centro de un espacio industrial en desuso, donde claramente por parte de la presentadora se hace ver, se alude y hasta se alcanza a oler que los modelos transitan alrededor de una montaña de “perico”… y colombiano. No me crean tan metro-sexual.

En suma, el contraste del que tanto hablamos en esta ciudad fue reducido hábilmente por la producción periodística de vice.com a la minima expresión, al tal punto de cortar por lo raso y bajo. Quedamos todos sumidos en la misma masa vulgar a los ojos del forastero que, viciado de escrúpulos y prejuicios, lleva con su voz el poder, no de lo que vio, sino de lo que quiso o creyó ver; y además, le facilitamos ver nosotros mismos, como levantando el tapete para que se note el mugre, pretendiendo sindicar al prójimo para salvar nuestro pellejo… pobres incautos. Al final no importa de cuál feria se habla, ni de qué lado de las montañas del valle se mira la ciudad, pues la amalgama cultura se presenta en una sola esencia: la del estilo ‘narco-dec’.  No me voy a quejar de esto pues, si se quiere, lo tenemos merecido por no habernos puesto de acuerdo nosotros mismo en lo esencial, ni preocuparnos por saber quiénes somos, reconocer nuestros errores y diferencias para tratarnos y vernos dignos, y no necesariamente para que nos vean los otros como lo que no somos ni vamos a ser, cosa en la que hemos invertido bastante. Vuelve la pólvora en gallinazos a oler, sin ni siquiera estallar, ni alumbrar.

Si no nos organizamos nos organizan. En términos de conocimiento no podemos seguir pensando que es lo mismo ocho que ochenta como dice mi mamá, es decir: no puede ser lo mismo “cultura ciudadana” que “ciudadanía culta”, ni mucho menos creer que culto es el que habla dos idiomas o dejó de tomar aguapanela para pasarse al gatorade. Ojo va y quedamos castigando la tradición seducidos por la ignominia esnobista del vanitas generalizado, ese mismo que lo único que enseña es a copiar lo foráneo e incorporar maquillaje y no contenidos.

A todas éstas, para terminar, les voy a sacar de la duda: fue mi tía la que me leyó la nota del cementerio que evidentemente yo no podía leer, y me ayudo hacer los padrenuestros que ahora tengo abonados y que tanto nos hacen falta para lidiar con fama que tan duramente nos hemos ganado.

Oscar Roldán-Alzate
Medellín, 10 de noviembre de 2011

2 comentarios:

  1. eso sucede por el sindrome de la colonia que aun prevalece, que digo, el de la conquista, nos deslumbramos con cualquier extranjesillo que se nos cruce!!!

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